Al Pan de Azúcar
con un Opel a bordo

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COMIENZA EL VIAJE: El Olympia se embarcó en el zepelín en Friedrichshafen.

 

A partir de 1934, todos los modelos de Opel llevaban en el radiador un adorno con la forma de un zepelín estilizado. Estas máquinas voladoras que parecían puros gigantes se consideraban un símbolo de innovación, progreso y globalización. Los zepelines eran dirigibles rígidos, con un esqueleto interno formado por anillos y puntales, capaces de recorrer 16.000 kilómetros sin aterrizar. Teniendo en cuenta que los aviones de la época podían cubrir distancias mucho más cortas, el zepelín se consideró el transporte del futuro que permitía unir continentes.

Si Luftschiffbau Zeppelin GmbH era el líder del mercado tecnológico en los cielos, en el suelo Opel gozaba de una posición similar dentro de la industria del automóvil. Tanto los zepelines de Luftschiffbau como los coches de Opel se distinguían por su construcción ligera “made in Germany”. Con este telón de fondo, al jefe de prensa de Opel, Carl T. Wiskott, se le ocurrió una idea que causaría sensación. Para promocionar el inicio de la venta de vehículos Opel en Brasil en 1936, quería convertir en un gran espectáculo mediático la llegada de los primeros coches de Rüsselsheim a Río de Janeiro. Para ello, Wiskott decidió transportar un Opel Olympia —el primer vehículo producido en serie con carrocería autoportante de acero— hasta el Pan de Azúcar en un zepelín, asombrando al mundo doblemente con la innovadora tecnología de transporte alemana.


 

El proyecto de Wiskott debió de parecer mucho más atrevido entonces de lo que resulta hoy, ya que era la primera vez que se transportaba un coche por el aire. Pero su visión se hizo realidad: el 30 de marzo de 1936 el “L.Z. 129”, un dirigible de 245 metros de largo, 41 metros de altura y 220 toneladas de peso, despegó de Friedrichshafen con un Opel Olympia de 800 kilos en su vientre. El modelo en cuestión fue el Opel número 500.000 que había salido de la fábrica Rüsselsheim pocos días antes.

UN COCHE DE 800 KILOS EN UN ZEPELÍN DE 220 TONELADAS
Los reporteros de Opel estuvieron presentes cuando se cargó el vehículo en el zepelín y narraron la operación de esta manera tan descriptiva y entusiasta: “El garaje del coche, si se le puede llamar así, está situado en el centro de la máquina al lado de estribor, directamente junto a la pasarela. El marco de aluminio que sostiene la pasarela parece frágil, pero es lo suficientemente fuerte como para soportar el peso de un coche normal con toda seguridad. De la parte de arriba cuelgan cuatro poleas. En el suelo de la nave, las ruedas del Olympia se deslizan sobre redes de cáñamo de Manila y se colocan cojines en las ruedas de disco para evitar que se rompa la cuerda alrededor de la carrocería. Una docena de técnicos trabajan al unísono y levantan el coche hasta el vientre del dirigible”.

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Este modelo fue el Opel número 500.000 que se fabricó.

 

 


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“Sobre una red de cáñamo de Manila”: el Olympia se ató en la bodega de carga.

 

 

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El Opel completó el viaje suspendido en el marco de aluminio del zepelín.

 

 


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El Hindenburg necesitó tres días para realizar el trayecto de 11.000 kilómetros.

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Para los especialistas en logística que supervisaron el proyecto no se trataba únicamente de un acto publicitario, sino también de un experimento piloto, como seguía narrando el reportaje: “Esta no será la única vez que se carga un coche en un dirigible, los coches serán una carga normal en el Hindenburg”. Con ello se deja claro el potencial del zepelín en el futuro: “Es perfectamente imaginable que los pasajeros más adinerados que utilizan el dirigible para viajar adoptarán la costumbre de llevar su coche a bordo”.

ATRAVESAR EL ATLÁNTICO A 131 KM/H
El casco de la aeronave contenía 25 cabinas y salas para un total de 50 pasajeros. El zepelín estaba impulsado por cuatro motores diésel de 4.200 CV y volaba a una velocidad media de crucero de 131 km/h. El Hindenburg necesitó tres días para realizar el trayecto de 11.000 kilómetros.


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LLEGADA A SANTA CRUZ: El Hindenburg llegó a su destino después de 11.000 kilómetros sin escalas.

 


A su llegada al hangar para dirigibles de Santa Cruz, el zepelín fue recibido por el ministro de transporte brasileño, Marquis de Reis, y numerosos otros representantes del gobierno. Cuando la escotilla de la bodega se abrió y dejó ver el vehículo en su interior, la emocionante noticia se extendió de boca en boca como la pólvora: “Hay un coche en el zepelín”. El mismo Olympia se utilizó más tarde para llevar al ministro y su familia hasta Río. Un reportaje de Opel recoge el momento: “El ruido ensordecedor de las bocinas y el aullido de las sirenas de la policía se mezclan con la salva de aplausos de la multitud que llena las calles”. El viaje terminó en la oficina general de Opel en la Avenida Rio Branco, donde “el ministro de transporte puso el coche en una habitación alegremente decorada para sortearlo”.

SE PIERDE LA PISTA DEL MODELO
Y aquí es donde se pierde la pista del modelo que cruzó el mar. En los años siguientes, el Olympia se hizo muy popular en el país del Pan de Azúcar y todavía hoy se puede ver alguno que otro en las calles de Río.

El Hindenburg cubrió el recorrido entre Friedrichshafen y Río de Janeiro un total de 19 veces en 1936. Su historia terminó trágicamente el 6 de mayo de 1937 cuando se incendió el hidrógeno del tanque al intentar aterrizar en el aeropuerto estadounidense de Lakehurst. En la explosión perdieron la vida 36 personas. El desastre marcó el fin del transporte en dirigible. Opel mantuvo el emblema del zepelín hasta 1950.

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El Hindenburg cubrió el recorrido entre Friedrichshafen y Río de Janeiro un total de 19 veces en 1936.

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Text: Eric Scherer, Foto: Opel Archiv